miércoles, 2 de septiembre de 2015

Estados Unidos quiere reforzarse en el Ártico ante el empuje ruso.


Estados Unidos quiere recuperar el terreno perdido ante Rusia en el Ártico. El presidente Barack Obama aprovechó este martes una visita a Alaska para pedir al Congreso la construcción de barcos rompehielo, necesarios para garantizar la presencia estadounidense en la región. EE UU tiene dos rompehielos operativos; Rusia, 40. Los países de la región buscan el control de la soberanía y los recursos naturales. El cambio climático reduce la superficie helada y abre más rutas. El Ártico se ha convertido en el escenario de la tensión geopolítica. Obama es el primer presidente estadounidense en visitar el Ártico de EE UU, que engloba una parte de Alaska. El primer presidente en viajar a Alaska fue William G. Harding, en 1923. “Llegó aquí en respuesta a un declive alarmante de los recursos pesqueros”, dice por teléfono Michael Hawfield, profesor de historia en la Universidad de Alaska-Anchorage. 

La agenda de Harding era similar a la del actual presidente: el medioambiente. Si a Harding le preocupaba la pesca, el objetivo de Obama es llamar la atención sobre el cambio climático. Uno de los efectos de éste es el deshielo de las aguas polares. El deshielo facilita el tránsito marítimo y realza el interés comercial y geopolítico en una zona cerrada hasta hace poco al tráfico y lejos de las prioridades de la política exterior de la primera potencia. En 2013, la Casa Blanca publicó su Estrategia nacional para la región del Ártico. El documento establece como prioridades la “promoción de los intereses de seguridad de Estados Unidos”. Esto incluye el apoyo a actividades científicas y de seguridad y la defensa nacional. Desde el final de la Guerra Fría, el espíritu de cooperación ha prevalecido entre los países de la región, agrupados como miembros permanentes del Consejo del Ártico: EE UU, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia. 

 Pero el deterioro de las relaciones a raíz del conflicto en Ucrania que se vive entre EE UU y la UE, por un lado, y Rusia, de otro, ha sembrado la desconfianza. Los socios occidentales han impuesto sanciones a Rusia y la mayoría ha suspendido las relaciones militares. En los últimos meses se han producido desplantes en algunas reuniones del grupo. Expresiones como “la Guerra Fría del Ártico” se escuchan en Washington. El nuevo telón de hielo —juego de palabras con el metafórico telón de acero que dividió Europa durante la Guerra Fría— es el título de un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, en sus iniciales inglesas), un referente en materia de seguridad nacional. El informe compara la militarización del Ártico impulsada por el presidente ruso Vladímir Putin con el Ártico rojo, la exploración del norte ruso durante los años treinta en la Unión Soviética de Stalin. 

En la competición por el nuevo Ártico, Washington se siente en desventaja. Los nuevos rompehielos de la Guardia Costera no cambiarán los equilibrios, pero permitirán que EE UU actúe durante todo el año en el Océano Ártico. Obama pide dinero al Congreso para adelantar la construcción de un barco de 2022 a 2020 y construir otros nuevos. “Ni siquiera jugamos en la misma liga que Rusia. No estamos jugando el mismo juego”, dijo hace unos meses el almirante Paul Zukunft, comandante de la Guardia Costera. “Es el mayor refuerzo militar ruso desde la Guerra Fría”, dijo a los periodistas el gobernador de Alaska, Bill Walker, que el lunes viajó desde Washington con Obama en el Air Force One. “Están reabriendo diez bases y construyendo cuatro más, y aquí estamos nosotros, en medio del charco, y nos sentimos un poco incómodos”